El neologismo TRAÇ de la instalación de Mònica Fuster unifica palabras del catalán y castellano que hacen referencia, por un lado, a la posición de estar “detrás” o “más allá” o “al otro lado de” algo, y a la vez al término “rastro”, como signo, marca e incluso talla o incisión. El mismo juego de palabras es apto en su descriptiva aplicación a la obra. Las planchas de metacrilato que forman la pieza central de TRAÇ han sido literalmente “talladas” en el sentido que han adquirido su imaginería a través de un detallado proceso de grabado que produce las figuras delineadas de forma precisa, de la mitología y de la rondalla maravillosa, de la hibridación y metamorfosis, a veces animal, a veces vegetal. Dentro del más grande formato de instalación, las planchas grabadas están sometidas a diversas fuentes de luz coreografiadas en una secuencia de permutaciones con gradación, proyectando así imágenes y sombras “más allá”de las mismas planchas y sobre el muro situado “detrás” en una semioscuridad. Pero a su vez el título TRAÇ acaba en una letra inventada, una c invertida con cedilla, un gesto tipográfico cóncavo que convierte la palabra imaginaria en si misma, como una ficción reflejada en un espejo. Este reflejo final refleja también la compleja estructura interna de toda la obra, una intrincada y finalmente equilibrada estructura en la cual se rompen los roles, se difuminan los formatos y expanden los límites.
Conectadas a la luz, las imágenes dentro del metacrilato no tan solo dan visibilidad sino que también se escapan de la superficie desde la cual han sido incididas y adquieren una nueva existencia como dibujos incorpóreos en el espacio. A medida que cambia la fuente de luz, cambian y parpadean las imágenes proyectadas, ya percibidas en posituras que invocan un movimiento cinemático, empiezan a moverse físicamente.
Fragmento del texto Panta Rhei para la exposición In Flux, Londres, 2008 por George Stolz.
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